Nota enviada, pero NO publicada en el
periódico electrónico local "El Morrocotudo"
Este año 2011 se cumplen 131 años desde que la ciudad de Arica fue incorporada a la administración de la República de Chile, tras la batalla conocida como el Asalto y Toma del Morro de Arica. En distintos momentos y períodos de estos 131 años de historia chilena de Arica, se ha ensalzado el heroísmo y patriotismo de la acción militar, llegando incluso a señalar que es un acontecimiento “fundador” del ariqueñismo. Al ocupar un territorio y una población con una larga tradición virreinal y republicana, que se identificaba con la cultura y la historia peruana, Chile se enfrentó a un dilema cultural y político. El concepto moderno de Estado Nación sólo podía sustentarse en la existencia de una sola nacionalidad en los límites administrativos del país, y ni pensar en la posibilidad de estados multiculturales, ni multinacionales, pues literalmente estábamos en el siglo pasado. Tras finalizar la guerra, la única alternativa posible para el Estado Chileno era implementar una rápida chilenización, para poder ganar el plebiscito de Tacna y Arica, y también para explotar con prontitud el salitre de Tarapacá.
La chilenización fue una política estatal iniciada para lograr la identificación de la población de Arica y Tarapacá con los “valores y tradiciones chilenas”. Para esto, las familias peruanas fueron obligadas de manera indirecta y también coercitiva a dejar sus sentimientos y costumbres peruanas. No sólo se trabajó a nivel de la educación formal, de la instrucción militar, y las enseñanzas religiosas de la Iglesia Católica, sino que también mediante la acción de grupos paramilitares que persiguieron a la población local que insistía en mantener sus costumbres y valores.
Sin duda, este proceso, violento, discriminatorio y que cuyos excesos nunca fueron reconocidos por el Estado Chileno, finalmente hizo un buen trabajo. Hoy en día, los ariqueños en su gran mayoría se siente orgulloso de ser chileno; comparte de buena manera la “cultura Chilena”, informándose de lo que sucede en la capital y otras regiones mediante los medios masivos de prensa noticiosa y televisión farandulera; creemos que hablamos con un inconfundible acento y modismos chilenos; asumimos que ser un “chileno bien nacido” significa cantar el himno patrio, bailar cueca y vanagloriarse de todas las hazañas militares chilenas; aceptamos de buena gana, cuando un sureño pálido dice que vino a Arica “a mejorar la raza”; nos negamos como chileno (y no como ariqueño) cualquier posibilidad de entregar terrenos a Perú o a Bolivia a cambio de convenientes acuerdos comerciales, señalando que “la sangre derramada en el Morro no fue en vano”; seguimos inaugurando monumentos y estatuas de militares heroicos; y nos hemos acostumbrado sin chistar en ser una de las regiones mas militarizadas del país, con un gran número de uniformados “haciendo patria”, y una horda de soldados “profesionales” chocando semanalmente sus autos enchulados.
Sin embargo, en pleno siglo XXI, los ariqueños fuertemente chilenizados, deberíamos dejar de pensar como habitantes de un Estado Nación decimonónico y pensar como ciudadanos libres con muchas más identidades que la versión chilena proveniente del centro del país. Sin duda, le debemos a Chile, a sus impuestos y a su clase gobernante, muchos de los avances modernizadores, pero también le debemos una fuerte dependencia ideológica y económica, que nos hace buscar las alternativas de crecimiento y desarrollo a partir de las decisiones del “centro del reino”.
Frecuentemente nos olvidamos que tenemos una de las historias más ricas del país, con más de 9000 años de antigüedad, donde nuestra inclusión en el Estado de Chile, sólo corresponde a un 0,9 % de nuestra historia (ver Figura). Tenemos un conjunto de tradiciones andinas que nos permiten enfrentar eficientemente nuestra riqueza medioambiental en medio del desierto más árido del planeta. Tenemos una historia urbana tan antigua que el mismo Santiago del Nuevo Extremo, llena de sismos, maremotos, reconstrucciones y enseñanzas.
No olvidemos, por favor, que nuestra ciudad fue fundada el 25 de Abril de 1541. Lo mínimo es que no sigamos asumiendo que el 7 de Junio es el “día de Arica” o el “cumpleaños de Arica”, pues somos mucho más que Chile. Tenemos una larga y profunda historia que debemos conocer, asumir y utilizarla plenamente para formar nuestra particular identidad cultural. Como siempre he dicho con orgullo: “somos la ciudad menos chilena", lo que en pleno siglo XXI, en un mundo globalizado y abiertamente multicultural, es una ventaja y una carta de presentación.